Una gran amiga escribió este cuento. Siempre que lo leo un escalofrío me recorre y el útero se me estremece.
En estos tiempos de huracanes, tormentas y primas de las narices, no olvidemos conectarnos con el PLACER.
El PLACER como regulador de vida...el PLACER como regulador de MI vida.
Boue
Y entonces la
vi florecer, entraba por el jardín, cantando, con las manos manchadas de hierba
y barro. Reía, reía alto y fuerte, pensaba que nadie la veía, corriendo saltaba
de una esquina a otra, contando su historia a las flores, como si éstas
pudieran ayudarla. Las palabras salían nerviosas de su boca, del final al
principio, como si el principio fuera lo más importante, como si el final no
fuera a llegar, como si su historia no fuera a acabar nunca… aunque eso, a
ella, no parecía importarle...
Me quedé mirándola, cuando me di
cuenta, estaba tan desnuda como ella. Entonces, se dio la vuelta, sus ojos
chocaron con los míos y sentí como me penetraba con la mirada, en escasos segundos, supo todos mis secretos,
sueños, miedos e ilusiones. Dejé que su mirada me inundara.
Ella llevaba el cuerpo pintado, lo
que yo al principio pensaba sólo en las manos, le cubría todo el cuerpo, con
bonitos dibujos realzaba su figura fibrosa, su cuello, su pecho, su espalda
todo cubierto con hierba y barro.
Me dio la mano, me llevó a la orilla
del río. Cerré los ojos, todo el paisaje cambió de repente, sentí como sus
dedos empezaban a pintarme la espalda. El barro dibujaba también mi contorno,
con un movimiento tan sensual, que me dejé guiar por ella, todo lo demás era
efímero, los problemas dejaron de ser problemas, sólo deseaba que aquello no
terminara, que mi cuerpo fuera infinito. Sentí mi espalda cubierta de barro y
como ella bajaba por mis caderas. En ese momento todo su cuerpo empezó a
envolverme, cubriendo todos mis rincones con la mayor sensualidad que nunca más
volvería a sentir. Mi figura desapareció tras ella, no podía abrir los ojos, me
dejé caer a su merced. Mi cuello, mi cara, mi pecho, todo estaba con ella, con
sus caricias, sus manos, su tacto, me invadió la locura y perdía el escaso
control que me quedaba.
Hasta ese momento había permanecido
totalmente quieta, paralizada, disfrutando de lo que ella me ofrecía, como el
mejor momento de mi vida. Todo era ella, mi mente ya no funcionaba porque sólo
existían sus caricias y sus dibujos en mi cuerpo.
Mi figura, finita, quedó totalmente embadurnada. Seguí con los
ojos cerrados, no quería que aquello acabase, alargando el tiempo a la vez que
mi piel, para mantenerla a mi lado. Me dio un beso, un beso dulce y cálido,
como todos los besos de despedida, un beso, que deja la sensación de por vida.
Entonces intenté tocarla, alcé la mano para encontrar su cara y sólo el aire
acarició mi mano. Desesperada busqué más, se evaporó. Loca por su recuerdo,
abrí los ojos, estaba sola, en medio del jardín, cubierta de hierba y barro.
Y entonces reí, reí alto y fuerte como si nadie me oyera.
Corriendo, salté de una esquina a otra, conté mi historia a las flores, como si
éstas pudieran escucharme… las palabras salían nerviosas de mi boca, del final
al principio, como si el principio fuera lo más importante…
María
Bolufer
Si quieres contactar con la autora: mery_yogu@hotmail.com
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