Cuando el sexismo se disfraza de moda 'hipster' (Smoda EL PAIS)
Desde Terry Richardson a Urban Outfitters, pasando por Lena Dunham, varios autores denuncian la misoginia que esconde el sarcasmo 'cool'.
13 de noviembre de 2012
07:21 h.
¿Por qué no hay personajes de color en 'Girls'? ¿Por qué todos sus protagonistas son en realidad 'hijos de'? ¿Por qué va a cobrar tanto Lena Dunham por su primera novela? ¿Por qué Lena Dunham no viste pantalones? “Racista”, “nepotista”, “abusona” o “exhibicionista”. El abanico de perlas que la prensa ha dedicado en los últimos meses a la joven guionista/directora/actriz de la serie 'Girls', Lena Dunham, está empezando a ser cansino de lo inabarcable que es. No hay movimiento de la artista al que no se le saque punta. ¿El último incidente? El video de la campaña de Obama en el que animaba a las jóvenes a votar por el candidato demócrata. En él, Dunham comparaba el voto con la pérdida de virginidad, alentando a las neófitas en las urnas a que “su primera vez” debería ser con “un tipo genial” como Obama. Un locuaz monólogo que no gustó, obviamente, en las filas republicanas, pero que también ha despertado reticencias en el sector liberal.
Así lo ha hecho saber la escritora Alissa Quart –autora de Branded, un ensayo contra el bombardeo de las marcas sobre la cultura adolescente– en un artículo de The Cut, el blog de tendencias del New York Magazine. Aunque la escritora aplaude el video de Dunham, considera que las críticas que ha recibido por su tono “extrañamente paternalista” no están del todo desencaminadas. Quart toma como ejemplo el spot electoral para introducir el concepto del “sexismo hipster”, o la misoginia moderna que afecta a los “menores de treinta y a los que ya no son treinteañeros, pero que hacen anuncios, camisetas, películas, revistas y programas de televisión para ellos”.
¿Es necesario crear una etiqueta para definir el sexismo que se da entre modernos? Según Quart sí, y lo define como la “objetificación de la mujer, pero de una forma en la que se utiliza la burla, las comillas, y la paradoja: todo lo que aprendiste en tu clase de literatura”. El sexismo sigue presente en las esferas de lo 'cool', pero camuflado por una ironía moderna, a la búsqueda del 'me gusta' en la red social de turno o una carcajada cómplice entre la legión 'hipster'. Algunos de los ejemplos que entona: las (ya retiradas) camisetas del 'Eat Less' de Urban Outfitters, el idolatrado Terry Richardson –“si examinamos las fotos del tío Terry, podemos imaginarnos como unos connoisseurs de la perversión teatral, pero luego oímos que el tío supuestamente abusó de sus modelos en los sesiones de fotos'”–, o considerar divertido que Sacha Baron Cohen convierta en comedia hilarante la historia del millonario que ofreció 65 milones de dólares a un hombre para casar a su hija lesbiana.
“Los sexistas clásicos te dirán que los embarazos por violación son actos de Dios. Los sexistas 'hipsters' te dirán que el autodesprecio y la explotación 'fashion' de las mujeres es divertida”, apunta. Y no es la única en verter esta opinión.
A tenor de la teoría de Quart, desde el blog XOJane recordaron que la periodista australiana Candice Yung ya acuñó este término hace unos meses, cuando utilizó a Terry Richardson como icono del 'sexismo hipster' y sumó otras variantes bochornosas: la etiqueta que se incluía en los pantalones de la firma Madhouse (en las instrucciones de lavado incluían los iconos habituales más un "o dáselo a tu mujer, es su trabajo"), o las camisetas de Topman con el lema "Bonita novia, ¿de qué raza es?".
Para el escritor Eloy Fernández Porta, que ya desenmarañó el latir de la cultura de tendencias en Homo Sampler: Tiempo y consumo en el era Afterpop y en su reciente Emociónese Así, “Quart tiene razón cuando señala que el uso irónico de referentes sexistas no representa ningún progreso de por sí, y que con frecuencia produce un sexismo de segundo grado (de la misma manera, añado, que cuando Clint Eastwood hace una película que parece cuestionar el rol del macho oldschool no está enterrando ese rol sino reafirmándolo)”. El problema por el que cojea la teoría del sexismo hipster es, según el escritor, describir “esos procesos irónicos como si tuvieran el mismo sentido en el mainstream que en las subculturas, y eso no es así. Los códigos que definen el género pueden encerrar al sujeto, como una cárcel, pero el sujeto también puede jugar con ellos, como si fueran un disfraz. En el ámbito subcultural suelen ser entendidos como un disfraz, y tienen que ser entendidos así, porque el objeto último de las subculturas no es vender ropa o música sino producir un sujeto que el mainstream es incapaz de producir e incluso de asumir”. El contexto, entonces, será la clave.
Está claro que el humor es necesario y reírse nunca está de más en nuestras vidas. Quizá la respuesta esté en reírse del sexismo y no con los sexistas.
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