Recomiendo el artículo y aún más los talleres de autodefensa feminista.
“Pídele a algún amigo que te acompañe”. “Hazme una llamada perdida cuando llegues”. “Voy contigo, que me quedo más tranquila si te veo entrar al portal”. Estas son algunas de las frases que las mujeres acostumbran a escuchar cuando salen de fiesta o vuelven a casa de noche en un día cualquiera. La idea que subyace es que una mujer sola en la calle es una víctima potencial de agresiones sexuales por parte de hombres y que, por ello, la calle –incluso esa que recorre a diario– es un territorio hostil.
“Las jóvenes emplean continuamente, de forma normalizada y naturalizada, consciente o inconsciente, mecanismos de protección frente a este miedo preprogramado”. Es una de las conclusiones que aporta la investigación Agresiones sexuales: cómo se viven, cómo se entienden, realizada por la consultoría Sortzen para el Gobierno vasco, para la que se realizaron grupos de discusión con chicas jóvenes, mujeres inmigrantes, padres y madres de adolescentes, profesorado y hombres (incluidos algunos organizados contra el sexismo). Las chicas reconocieron hábitos como coger un taxi para recorrer una distancia corta a la hora de volver a casa, hacer una llamada para confirmar que han llegado bien o pasar por ciertos lugares corriendo. Se trata de un miedo presente en todas las chicas que se “retroalimenta de otros relatos de miedo y se transmite generacionalmente”, señalan en el estudio. Las que habían sufrido una agresión reaccionaron limitando aún más sus movimientos.
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1 comentario:
Si: Que levante la mano la mujer que no ha advertido a otras mujeres del riesgo de vernos violadas, asustadas, etc... ¿Solución?
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